El desconstructivismo de Derrida es nada menos que un intento de destruir toda «escritura» demostrando su inevitable falsedad. El escritor escribe con una mano, pero ¿qué hace con la otra? Todo escrito, todo texto, insiste Derrida, contiene su propia agenda escondida, sus propias suposiciones metafísicas. El propio lenguaje del escritor distorsiona inevitablemente lo que piensa y escribe. Se socava así la «verdad» de todo conocimiento; llega el posestructuralismo.
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