Immanuel Kant llevó una vida ordenada hasta un extremo tal que los ciudadanos de Königsberg acostumbraban a poner en hora sus relojes cuando salía a dar su paseo de todas las tardes. Apenas se alejó en toda su vida de su querida ciudad natal a orillas del Báltico, todo lo cual casa perfectamente con su propia filosofía, que niega que el conocimiento derive exclusivamente de la mera experiencia. Kant propuso, así, una brillante síntesis entre el empirismo británico y el racionalismo continental que revolucionó la historia de la filosofía.
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