Tres de los cuatro hermanos varones de Ludwig Wittgenstein –a cual más brillante– acabarían por suicidarse, una posibilidad que contempló el propio Ludwig varias veces a lo largo de su vida. Afortunadamente, quien estaba destinado a ser el miembro útil de una cosmopolita familia vienesa no llegó nunca a atentar contra su vida; por el contrario, cambió la aeronáutica por la filosofía y, en cierto modo, puso el punto final a veinticinco siglos de pensamiento filosófico. Wittgenstein fue un lógico excepcional que desconfiaba del lenguaje y cuya solución a los problemas tradicionales de la filosofía pasaba por reducirlos a la lógica. Todo lo demás –metafísica, estética, ética, la filosofía misma– quedaba excluido: «Sobre lo que no se puede hablar, se debe callar».
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